ECCE HOMO
Ecce Homo (“este es el hombre” o “he aquí el hombre” en castellano) [...] Se trata de las palabras pronunciadas por Poncio Pilato, el gobernador romano de Judea, cuando presentó a Jesús de Nazaret ante la muchedumbre hostil a la que sometía el destino final del reo [...] Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!.
TRAS EL DESCENDIMIENTO DE JESÚS ,JOSÉ DE ARIMATEA PIDE A PILATOS EL CUERPO DE JESÚS
¿Quien era José de Arimatea ?
Jn 19,38-42). Hasta aquí los DATOS HISTÓRICOS
DATOS ARQUEOLÓGICOS DEL SEPULCRO
http://www.christusrex.org/www1/jhs/TSspquar_Es.html
EN LA MADRUGADA ,MARÍA MAGDALENA VISITA LA TUMBA,HALLA DESPLAZADA LA PIEDRA QUE SELLABA EL SEPULCRO ,Y VENDAS Y SUDARIO EN EL SUELO.
AVISA A LOS DISCÍPULOS,Y JUAN Y PEDRO REGRESAN CON ELLA
Y
EL SEPULCRO VACÍO!!!!!
Ecce Homo (“este es el hombre” o “he aquí el hombre” en castellano) [...] Se trata de las palabras pronunciadas por Poncio Pilato, el gobernador romano de Judea, cuando presentó a Jesús de Nazaret ante la muchedumbre hostil a la que sometía el destino final del reo [...] Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!.
TRAS EL DESCENDIMIENTO DE JESÚS ,JOSÉ DE ARIMATEA PIDE A PILATOS EL CUERPO DE JESÚS
¿Quien era José de Arimatea ?
Hombre rico y miembro ilustre
del Sanedrín (Mc 15,43; Lc 23,50), tenía un sepulcro
nuevo cavado en la roca, cerca del Gólgota, en
Jerusalén. Era discípulo Jesús, pero, como
Nicodemo, lo mantenía en oculto por temor a las
autoridades judías (Jn 19,38). De él dice Lucas que
esperaba el Reino de Dios y no había consentido en
la condena de Jesús por parte del Sanedrín (Lc
23,51). En los momentos crueles de la crucifixión
no teme dar la cara y pide a Pilatos el cuerpo de
Jesús
Concedido el permiso por el Prefecto,
descuelga al crucificado, lo envuelve en una sábana
limpia y, con ayuda de Nicodemo, deposita a Jesús
en el sepulcro de su propiedad, que todavía nadie
había utilizado. Tras cerrarlo con una gran roca se
marchan (Mt 27,57-60, Mc 15,42-46, Lc 23,50-53 y
Jn 19,38-42). Hasta aquí los DATOS HISTÓRICOS
DATOS ARQUEOLÓGICOS DEL SEPULCRO
http://www.christusrex.org/www1/jhs/TSspquar_Es.html
EN LA MADRUGADA ,MARÍA MAGDALENA VISITA LA TUMBA,HALLA DESPLAZADA LA PIEDRA QUE SELLABA EL SEPULCRO ,Y VENDAS Y SUDARIO EN EL SUELO.
AVISA A LOS DISCÍPULOS,Y JUAN Y PEDRO REGRESAN CON ELLA
Y
EL SEPULCRO VACÍO!!!!!
CRISTO HA RESUCITADO ¡¡¡ALELUYA !!!
E
Mateo 26
1 Y sucedió que, cuando
acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos:
2 «Ya sabéis que dentro de
dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser
crucificado.»
3 Entonces los sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo
Sacerdote, llamado Caifás;
4 y resolvieron prender a
Jesús con engaño y darle muerte.
5 Decían sin embargo:
«Durante la fiesta no, para que no haya alboroto en el
pueblo.»
6 Hallándose Jesús en
Betania, en casa de Simón el leproso,
7 se acercó a él una mujer
que traía un frasco de alabastro, con perfume muy caro, y lo derramó sobre su
cabeza mientras estaba a la mesa.
8 Al ver esto los discípulos
se indignaron y dijeron: «¿Para qué este despilfarro?
9 Se podía haber vendido a
buen precio y habérselo dado a los pobres.»
10 Mas Jesús, dándose cuenta,
les dijo: «¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una “obra buena” ha hecho
conmigo.
11 Porque pobres tendréis
siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre.
12 Y al derramar ella este
ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha
hecho.
13 Yo os aseguro: dondequiera
que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo
que ésta ha hecho para memoria suya.»
14 Entonces uno de los Doce,
llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,
15 y les dijo: «¿Qué queréis
darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de
plata.
16 Y desde ese momento andaba
buscando una oportunidad para entregarle.
17 El primer día de los
Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te
hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?»
18 El les dijo: «Id a la
ciudad, a casa de fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en
tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.”»
19 Los discípulos hicieron lo
que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
20 Al atardecer, se puso a la
mesa con los Doce.
21 Y mientras comían, dijo:
«Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.»
22 Muy entristecidos, se
pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?»
23 El respondió: «El que ha
mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.
24 El Hijo del hombre se va,
como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es
entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
25 Entonces preguntó Judas, el
que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has
dicho.»
26 Mientras estaban comiendo,
tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo:
«Tomad, comed, éste es mi cuerpo.»
27 Tomó luego una copa y,
dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos,
28 porque ésta es mi sangre de
la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los
pecados.
29 Y os digo que desde ahora
no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con
vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.»
30 Y cantados los himnos,
salieron hacia el monte de los Olivos.
31 Entonces les dice Jesús:
«Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito:
Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.
32 Mas después de mi
resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»
33 Pedro intervino y le dijo:
«Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me
escandalizaré.»
34 Jesús le dijo: «Yo te
aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres
veces.»
35 Dícele Pedro: «Aunque tenga
que morir contigo, yo no te negaré.» Y lo mismo dijeron también todos los
discípulos.
36 Entonces va Jesús con ellos
a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí,
mientras voy allá a orar.»
37 Y tomando consigo a Pedro y
a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y
angustia.
38 Entonces les dice: «Mi alma
está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad
conmigo.»
39 Y adelantándose un poco,
cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de
mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras
tú.»
40 Viene entonces donde los
discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido
velar una hora conmigo?
41 Velad y orad, para que no
caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es
débil.»
42 Y alejándose de nuevo, por
segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba,
hágase tu voluntad.»
43 Volvió otra vez y los
encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados.
44 Los dejó y se fue a orar
por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
45 Viene entonces donde los
discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la
hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de
pecadores.
46 ¡Levantaos!, ¡vámonos!
Mirad que el que me va a entregar está cerca.»
47 Todavía estaba hablando,
cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas
y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo.
48 El que le iba a entregar
les había dado esta señal: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es;
prendedle.»
49 Y al instante se acercó a
Jesús y le dijo: «¡Salve, Rabbí!», y le dio un beso.
50 Jesús le dijo: «Amigo, ¡a
lo que estás aquí!» Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le
prendieron.
51 En esto, uno de los que
estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo
Sacerdote, le llevó la oreja.
52 Dícele entonces Jesús:
«Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada
perecerán.
53 ¿O piensas que no puedo yo
rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de
ángeles?
54 Mas, ¿cómo se cumplirían
las Escrituras de que así debe suceder?»
55 En aquel momento dijo Jesús
a la gente: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y
palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me
detuvisteis.
56 Pero todo esto ha sucedido
para que se cumplan las Escrituras de los profetas.» Entonces los discípulos le
abandonaron todos y huyeron.
57 Los que prendieron a Jesús
le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas
y los ancianos.
58 Pedro le iba siguiendo de
lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los
criados para ver el final.
59 Los sumos sacerdotes y el
Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de
darle muerte,
60 y no lo encontraron, a
pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron
dos,
61 que dijeron: «Este dijo: Yo
puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días
edificarlo.»
62 Entonces, se levantó el
Sumo Sacerdote y le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan
contra ti?»
63 Pero Jesús seguía callado.
El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios.»
64 Dícele Jesús: «Sí, tú lo
has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre
sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del
cielo.»
65 Entonces el Sumo Sacerdote
rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de
testigos? Acabáis de oír la blasfemia.
66 ¿Qué os parece?»
Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»
67 Entonces se pusieron a
escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle,
68 diciendo: «Adivínanos,
Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?»
69 Pedro, entretanto, estaba
sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: «También tú
estabas con Jesús el Galileo.»
70 Pero él lo negó delante de
todos: «No sé qué dices.»
71 Cuando salía al portal, le
vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el
Nazoreo.»
72 Y de nuevo lo negó con
juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!»
73 Poco después se acercaron
los que estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos,
pues además tu misma habla te descubre!»
74 Entonces él se puso a echar
imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un
gallo.
75 Y Pedro se acordó de
aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado
tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
Mateo 27
1 Llegada la mañana, todos
los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús
para darle muerte.
2 Y después de atarle, le
llevaron y le entregaron al procurador Pilato.
3 Entonces Judas, el que le
entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y
devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los
ancianos,
4 diciendo: «Pequé
entregando sangre inocente.» Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú
verás.»
5 El tiró las monedas en el
Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó.
6 Los sumos sacerdotes
recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las
ofrendas, porque son precio de sangre.»
7 Y después de deliberar,
compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los
forasteros.
8 Por esta razón ese campo
se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy.
9 Entonces se cumplió el
oráculo del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad
en que fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel,
10 y las dieron por el Campo
del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.»
11 Jesús compareció ante el
procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»
Respondió Jesús: «Sí, tú lo dices.»
12 Y, mientras los sumos
sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada.
13 Entonces le dice Pilato:
«¿No oyes de cuántas cosas te acusan?»
14 Pero él a nada respondió,
de suerte que el procurador estaba muy sorprendido.
15 Cada Fiesta, el procurador
solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que
quisieran.
16 Tenían a la sazón un preso
famoso, llamado Barrabás.
17 Y cuando ellos estaban
reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a
Jesús, el llamado Cristo»,
18 pues sabía que le habían
entregado por envidia.
19 Mientras él estaba sentado
en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque
hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»
20 Pero los sumos sacerdotes y
los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y
la muerte de Jesús.
21 Y cuando el procurador les
dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A
Barrabás!»
22 Díceles Pilato: «Y ¿qué voy
a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!»
-
23 «Pero ¿qué mal ha hecho?»,
preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea
crucificado!»
24 Entonces Pilato, viendo que
nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las
manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo.
Vosotros veréis.»
25 Y todo el pueblo respondió:
«¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
26 Entonces, les soltó a
Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera
crucificado.
27 Entonces los soldados del
procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a
toda la cohorte.
28 Le desnudaron y le echaron
encima un manto de púrpura;
29 y, trenzando una corona de
espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y
doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los
judíos!»;
30 y después de escupirle,
cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
31 Cuando se hubieron burlado
de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a
crucificarle.
32 Al salir, encontraron a un
hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su
cruz.
33 Llegados a un lugar llamado
Gólgota, esto es, «Calvario»,
34 le dieron a beber vino
mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso
beberlo.
35 Una vez que le
crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
36 Y se quedaron sentados allí
para custodiarle.
37 Sobre su cabeza pusieron,
por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los
judíos.»
38 Y al mismo tiempo que a él
crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la
izquierda.
39 Los que pasaban por allí le
insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
40 «Tú que destruyes el
Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios,
y baja de la cruz!»
41 Igualmente los sumos
sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él
diciendo:
42 «A otros salvó y a sí mismo
no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en
él.
43 Ha puesto su confianza en
Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo
de Dios.”»
44 De la misma manera le
injuriaban también los salteadores crucificados con él.
45 Desde la hora sexta hubo
oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
46 Y alrededor de la hora nona
clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío,
Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
47 Al oírlo algunos de los que
estaban allí decían: «A Elías llama éste.»
48 Y enseguida uno de ellos
fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una
caña, le ofrecía de beber.
49 Pero los otros dijeron:
«Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»
50 Pero Jesús, dando de nuevo
un fuerte grito, exhaló el espíritu.
51 En esto, el velo del
Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se
hendieron.
52 Se abrieron los sepulcros,
y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.
53 Y, saliendo de los
sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se
aparecieron a muchos.
54 Por su parte, el centurión
y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba,
se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de
Dios.»
55 Había allí muchas mujeres
mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para
servirle.
56 Entre ellas estaban María
Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de
Zebedeo.
57 Al atardecer, vino un
hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de
Jesús.
58 Se presentó a Pilato y
pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le
entregase.
59 José tomó el cuerpo, lo
envolvió en una sábana limpia
60 y lo puso en su sepulcro
nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra
hasta la entrada del sepulcro y se fue.
61 Estaban allí María
Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
62 Al otro día, el siguiente a
la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante
Pilato
63 y le dijeron: «Señor,
recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: “A los tres días
resucitaré.”
64 Manda, pues, que quede
asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo
roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, y la última
impostura sea peor que la primera.»
65 Pilato les dijo: «Tenéis
una guardia. Id, aseguradlo como sabéis.»
66 Ellos fueron y aseguraron
el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
|
La
Pasión de CristoSegún los
EvangeliosTomados de la Biblia de
Jerusalén
|
Evan
Mateo 26
1 Y sucedió que, cuando
acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos:
2 «Ya sabéis que dentro de
dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser
crucificado.»
3 Entonces los sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo
Sacerdote, llamado Caifás;
4 y resolvieron prender a
Jesús con engaño y darle muerte.
5 Decían sin embargo:
«Durante la fiesta no, para que no haya alboroto en el
pueblo.»
6 Hallándose Jesús en
Betania, en casa de Simón el leproso,
7 se acercó a él una mujer
que traía un frasco de alabastro, con perfume muy caro, y lo derramó sobre su
cabeza mientras estaba a la mesa.
8 Al ver esto los discípulos
se indignaron y dijeron: «¿Para qué este despilfarro?
9 Se podía haber vendido a
buen precio y habérselo dado a los pobres.»
10 Mas Jesús, dándose cuenta,
les dijo: «¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una “obra buena” ha hecho
conmigo.
11 Porque pobres tendréis
siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre.
12 Y al derramar ella este
ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha
hecho.
13 Yo os aseguro: dondequiera
que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo
que ésta ha hecho para memoria suya.»
14 Entonces uno de los Doce,
llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,
15 y les dijo: «¿Qué queréis
darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de
plata.
16 Y desde ese momento andaba
buscando una oportunidad para entregarle.
17 El primer día de los
Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te
hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?»
18 El les dijo: «Id a la
ciudad, a casa de fulano, y decidle: “El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en
tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.”»
19 Los discípulos hicieron lo
que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
20 Al atardecer, se puso a la
mesa con los Doce.
21 Y mientras comían, dijo:
«Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.»
22 Muy entristecidos, se
pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?»
23 El respondió: «El que ha
mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.
24 El Hijo del hombre se va,
como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es
entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
25 Entonces preguntó Judas, el
que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has
dicho.»
26 Mientras estaban comiendo,
tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo:
«Tomad, comed, éste es mi cuerpo.»
27 Tomó luego una copa y,
dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos,
28 porque ésta es mi sangre de
la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los
pecados.
29 Y os digo que desde ahora
no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con
vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.»
30 Y cantados los himnos,
salieron hacia el monte de los Olivos.
31 Entonces les dice Jesús:
«Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito:
Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.
32 Mas después de mi
resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.»
33 Pedro intervino y le dijo:
«Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me
escandalizaré.»
34 Jesús le dijo: «Yo te
aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres
veces.»
35 Dícele Pedro: «Aunque tenga
que morir contigo, yo no te negaré.» Y lo mismo dijeron también todos los
discípulos.
36 Entonces va Jesús con ellos
a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí,
mientras voy allá a orar.»
37 Y tomando consigo a Pedro y
a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y
angustia.
38 Entonces les dice: «Mi alma
está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad
conmigo.»
39 Y adelantándose un poco,
cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de
mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras
tú.»
40 Viene entonces donde los
discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido
velar una hora conmigo?
41 Velad y orad, para que no
caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es
débil.»
42 Y alejándose de nuevo, por
segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba,
hágase tu voluntad.»
43 Volvió otra vez y los
encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados.
44 Los dejó y se fue a orar
por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
45 Viene entonces donde los
discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la
hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de
pecadores.
46 ¡Levantaos!, ¡vámonos!
Mirad que el que me va a entregar está cerca.»
47 Todavía estaba hablando,
cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas
y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo.
48 El que le iba a entregar
les había dado esta señal: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es;
prendedle.»
49 Y al instante se acercó a
Jesús y le dijo: «¡Salve, Rabbí!», y le dio un beso.
50 Jesús le dijo: «Amigo, ¡a
lo que estás aquí!» Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le
prendieron.
51 En esto, uno de los que
estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo
Sacerdote, le llevó la oreja.
52 Dícele entonces Jesús:
«Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada
perecerán.
53 ¿O piensas que no puedo yo
rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de
ángeles?
54 Mas, ¿cómo se cumplirían
las Escrituras de que así debe suceder?»
55 En aquel momento dijo Jesús
a la gente: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y
palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me
detuvisteis.
56 Pero todo esto ha sucedido
para que se cumplan las Escrituras de los profetas.» Entonces los discípulos le
abandonaron todos y huyeron.
57 Los que prendieron a Jesús
le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas
y los ancianos.
58 Pedro le iba siguiendo de
lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los
criados para ver el final.
59 Los sumos sacerdotes y el
Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de
darle muerte,
60 y no lo encontraron, a
pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron
dos,
61 que dijeron: «Este dijo: Yo
puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días
edificarlo.»
62 Entonces, se levantó el
Sumo Sacerdote y le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan
contra ti?»
63 Pero Jesús seguía callado.
El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios.»
64 Dícele Jesús: «Sí, tú lo
has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre
sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del
cielo.»
65 Entonces el Sumo Sacerdote
rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de
testigos? Acabáis de oír la blasfemia.
66 ¿Qué os parece?»
Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»
67 Entonces se pusieron a
escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle,
68 diciendo: «Adivínanos,
Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?»
69 Pedro, entretanto, estaba
sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: «También tú
estabas con Jesús el Galileo.»
70 Pero él lo negó delante de
todos: «No sé qué dices.»
71 Cuando salía al portal, le
vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el
Nazoreo.»
72 Y de nuevo lo negó con
juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!»
73 Poco después se acercaron
los que estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos,
pues además tu misma habla te descubre!»
74 Entonces él se puso a echar
imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un
gallo.
75 Y Pedro se acordó de
aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado
tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
Mateo 27
1 Llegada la mañana, todos
los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús
para darle muerte.
2 Y después de atarle, le
llevaron y le entregaron al procurador Pilato.
3 Entonces Judas, el que le
entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y
devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los
ancianos,
4 diciendo: «Pequé
entregando sangre inocente.» Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú
verás.»
5 El tiró las monedas en el
Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó.
6 Los sumos sacerdotes
recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las
ofrendas, porque son precio de sangre.»
7 Y después de deliberar,
compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los
forasteros.
8 Por esta razón ese campo
se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy.
9 Entonces se cumplió el
oráculo del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad
en que fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel,
10 y las dieron por el Campo
del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.»
11 Jesús compareció ante el
procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»
Respondió Jesús: «Sí, tú lo dices.»
12 Y, mientras los sumos
sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada.
13 Entonces le dice Pilato:
«¿No oyes de cuántas cosas te acusan?»
14 Pero él a nada respondió,
de suerte que el procurador estaba muy sorprendido.
15 Cada Fiesta, el procurador
solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que
quisieran.
16 Tenían a la sazón un preso
famoso, llamado Barrabás.
17 Y cuando ellos estaban
reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a
Jesús, el llamado Cristo»,
18 pues sabía que le habían
entregado por envidia.
19 Mientras él estaba sentado
en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque
hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»
20 Pero los sumos sacerdotes y
los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y
la muerte de Jesús.
21 Y cuando el procurador les
dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A
Barrabás!»
22 Díceles Pilato: «Y ¿qué voy
a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!»
-
23 «Pero ¿qué mal ha hecho?»,
preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea
crucificado!»
24 Entonces Pilato, viendo que
nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las
manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo.
Vosotros veréis.»
25 Y todo el pueblo respondió:
«¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
26 Entonces, les soltó a
Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera
crucificado.
27 Entonces los soldados del
procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a
toda la cohorte.
28 Le desnudaron y le echaron
encima un manto de púrpura;
29 y, trenzando una corona de
espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y
doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los
judíos!»;
30 y después de escupirle,
cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
31 Cuando se hubieron burlado
de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a
crucificarle.
32 Al salir, encontraron a un
hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su
cruz.
33 Llegados a un lugar llamado
Gólgota, esto es, «Calvario»,
34 le dieron a beber vino
mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso
beberlo.
35 Una vez que le
crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
36 Y se quedaron sentados allí
para custodiarle.
37 Sobre su cabeza pusieron,
por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los
judíos.»
38 Y al mismo tiempo que a él
crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la
izquierda.
39 Los que pasaban por allí le
insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
40 «Tú que destruyes el
Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios,
y baja de la cruz!»
41 Igualmente los sumos
sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él
diciendo:
42 «A otros salvó y a sí mismo
no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en
él.
43 Ha puesto su confianza en
Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo
de Dios.”»
44 De la misma manera le
injuriaban también los salteadores crucificados con él.
45 Desde la hora sexta hubo
oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
46 Y alrededor de la hora nona
clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío,
Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
47 Al oírlo algunos de los que
estaban allí decían: «A Elías llama éste.»
48 Y enseguida uno de ellos
fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una
caña, le ofrecía de beber.
49 Pero los otros dijeron:
«Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»
50 Pero Jesús, dando de nuevo
un fuerte grito, exhaló el espíritu.
51 En esto, el velo del
Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se
hendieron.
52 Se abrieron los sepulcros,
y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.
53 Y, saliendo de los
sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se
aparecieron a muchos.
54 Por su parte, el centurión
y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba,
se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de
Dios.»
55 Había allí muchas mujeres
mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para
servirle.
56 Entre ellas estaban María
Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de
Zebedeo.
57 Al atardecer, vino un
hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de
Jesús.
58 Se presentó a Pilato y
pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le
entregase.
59 José tomó el cuerpo, lo
envolvió en una sábana limpia
60 y lo puso en su sepulcro
nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra
hasta la entrada del sepulcro y se fue.
61 Estaban allí María
Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
62 Al otro día, el siguiente a
la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante
Pilato
63 y le dijeron: «Señor,
recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: “A los tres días
resucitaré.”
64 Manda, pues, que quede
asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo
roben y digan luego al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, y la última
impostura sea peor que la primera.»
65 Pilato les dijo: «Tenéis
una guardia. Id, aseguradlo como sabéis.»
66 Ellos fueron y aseguraron
el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.
|